martes, 9 de febrero de 2010

Siente el placer de deshacerse en en cada trazo.No los ve, los escucha, los presiente del otro lado del papel. La mirada, fija en el punto de referencia, capta una realidad difusa en la que son más certeros los movimientos que los contornos de las cosas .Han venido de lejos buscando su imagen para atraparla, aunque es inútil puesto que ella se fuga a cada instante. Se va llendo como en un viaje, la vista perdiéndose en los paisajes desolados, en los pueblos cuya temporalidad anula la velocidad del tren y que habitan niños eternamente expuestos al viento, al sol y al olvido. Aunque ha dejado caer su bata como de costumbre para exponerse como una ofrenda a la concreción del arte, siente que nunca acaba de desnudarse.Quizás las mujeres del desierto, eternamente tapadas en el paisaje desnudo sean las verdaderamente hayan traspasado todas las fronteras y guarden el secreto en el silencio de sus ojos áridos.Ahora, inmóvil en la pose aprendida, se deja copiar.Su imagen se repite en fragmentos que dejan evocar la forma de un cuerpo parecido al suyo, o tan sólo en un juego de luces y sombras, de líneas, de tensiones en el espacio.

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