Salgo a cazar descalza por los bosques o soy alcanzada por sigilosos cazadores o vuelvo de un sueño con una presa desconocida en las manos
martes, 28 de diciembre de 2010
La tierra no necesitaba de la lluvia. Contenía en sí la lluvia. Era capaz de abrirse a su propia humedad. Dentro suyo se creaba constantemente el cielo. Pero quiso sentirse aún más y sacó su cielo y fueron las nubes y el rayo que rajó la tierra que se abría gustosa al agua bendita.